Asistencia a domicilio: reflexiones cuando la mirada lo dice todo
Ayuda domiciliaria

Asistencia a domicilio: reflexiones cuando la mirada lo dice todo

26-12-2014Diego

Todos llegaremos a ancianos y querremos sentirnos respetados en la asistencia a domicilio

Incluso mi propia hija me llama abuelo. ¿Qué más puede pedir un anciano cuando uno tiene ochenta y cuatro años? Mi orgullo se desvanece acostumbrado a estar en la mecedora desde hace ya algunos años. Necesito una asistencia a domicilio.

En ocasiones no “los notamos” a nuestro alrededor, son las personas mayores.

¿Qué con quién hablo? Por que afortunadamente puedo hablar. Los demás creen que no hablo, pero prefiero hacerlo por la noche, naturalmente que en voz baja, para que no me oigan. Mis monólogos nocturnos me ayudan a asegurarme de que puedo.

Se han esforzado por nosotros cuando éramos más vulnerables, es momento de devolvérselo.

No diré que no me quieren, aunque tal vez, su manera de demostrarlo no sea la más convincente. Debo quedarme todo el tiempo quieto y callado (quieto, por obligación; callado, por vocación). Acomodado desde mi butaca, escudriño con mis ojos lastrados por la vejez, todos los rincones de la estancia, intentando descubrir algún detalle que creía olvidado. Sin embargo, mis ojos casi siempre llorosos, no revelan nada nuevo y acaban recorriendo las palmas de mis manos.

Cariño, sonrisas y escucharles es la forma más sencilla de respeto hacía ellos.

No hablo, pero puedo viajar con mi memoria. Mi única diversión es recorrer mi vida buscando algún recuerdo que creía enterrado. A menudo, me acuerdo de los rostros, sin embargo no tengo ni idea del nombre que tenían. ¿Seguirán vivas? ¿Las llamarán abuelas? ¿O no habrá nadie que las llame por sus nombres?

Si los niños nos ven respetar a los mayores, imitarán nuestras actitudes.

Sólo quiero que me dejen pensar. Mi hija viene por la mañana temprano y no me dice que tal papá, sino que tal abuelo, al igual que mi yerno que viene a mediodía. A una y a otro les respondo siempre con una sonrisa, un cabeceo conformista y una mirada, lacrimosa como de costumbre.

Ahora tengo ganas de irme, llevándome todo ese mundo que tengo en mi cabeza.  No hay nada más seguro de que no estamos aquí para siempre. Eso todo el mundo lo sabe. Lo difícil es tomar la decisión de cuando quiere uno morir. ¿Será mañana o pasado? No mucho más. Nadie lo sabrá, ni siquiera el médico.

Con una llamada te hacemos la vida más fácil. Domukea